TV un sueño dirigido

TVdream

La Televisión se ha convertido, no ya sólo en parte de nuestra vida, sino en la realidad común que amalgama y certifica nuestra pertenencia a una comunidad; tal que si habláramos de un ente aparte, superior y tangible. Desarrollando funciones que un Dios, un rey o un mito, ejercía en las culturas que nos precedieron, pero adornado con la inmediatez, la universalidad y la multiplicidad de contenidos; todo en uno.

Algunos inventos han revolucionado culturas y creado esplendor y muerte, a partes desiguales y a tempos contrapuestos. El ejemplo más manido siempre ha sido la Rueda, y qué duda cabe que en nuestra era, si exceptuamos Internet, el que más ha transformado la sociedad moderna es el de la tele. Su magnitud y omnipresencia lleva aparejadas las mayores adulaciones, los réditos más fructíferos en cuestión monetaria y propagandística, las críticas más mordaces y las excusas más peregrinas, cuando de escurrir el bulto y señalar a otros culpables, tratan aquellos que la acusan de provocar la inmigración ilegal o de corromper a la juventud.

Jorge Luis Borges, el lúcido escritor, afirmó que todos los inventos buscan ser extensiones del cuerpo, salvo el libro que es una extensión de la memoria y la imaginación. La TV aúna el sentido de la vista y del oído, se hace un hueco en nuestra memoria y no sólo incita a nuestra imaginación, sino que la guía hasta hacernos creer que su realidad es la nuestra. Y esa cualidad, de la que poca conciencia tenemos, es la más peligrosa, y la que me temo que más usa el poder, para desapercibidamente tenernos controlados.

El ser humano sólo tiene una vida. Cada decisión marca un camino y descarta posibilidades de lo que ya nunca seremos. Lo que pudo haber sido y no fue, es como una sombra que una vez reconocida, nos acompañará siempre; a veces con dulzura, las más con desasosiego. La tradición oral, con sus mitos y leyendas, daba forma simbólica no sólo a las raíces y valores culturales, sino a los sueños que como hombres y mujeres podíamos alcanzar, aspirar y temer. Los libros, luego, resguardaron esas historias del olvido, y su función exponencial permitió que la imaginación del lector jugara a motu proprio a ser partícipe, testigo o incluso protagonista, de todas esas vidas que nunca viviría.

Esa magia insustancial tomó cuerpo en el cine, y desde entonces proyectarse y vivir otras vidas nunca fue más fácil. No sólo no hacía falta un esfuerzo intelectual, sino que la imaginación, al menos mientras duraba la película, quedaba aparcada.

La televisión aprovechó la nueva senda descubierta, no sólo con telefilmes y series, sino con extractos de la realidad misma. La distancia se esfumó y su inmediatez hizo que nuestra vida se viviera con hechos inconexos y alejados de nuestra realidad corporal. Si sale en la tele, nadie duda. Lo que olvidamos, porque todo no se puede mostrar, es que hay una selección previa, que no es gratuita y que detrás hay intereses, ideologías y una empresa. La pública, utilizada por los políticos para promover su ideología y propaganda. La privada cuyo fin último, más allá de la verdad, como el de cualquier empresa, es el puro y mercantil beneficio.

Pero es su papel de contenedor de nuestras proyecciones, lo que más debería preocuparnos. Porque esa utilidad y no otra, es la que termina aniquilando nuestra iniciativa y convirtiéndonos en meros entes pasivos. Esa inercia, incluso aunque seamos conscientes de ella, con su porosa y continua asimilación nos acostumbra a que aquellos que salen por la caja lista, sean los que actúen por nosotros, ya que nosotros por no ser famosos, no podemos hacerlo.

Una ama de casa enganchada a las telenovelas, a la prensa Rosa y que adora Los Puentes de Madison, no hace más que subsanar su vida gris al proyectarse en aquello que nunca le pasó y que tanto le hubiera gustado vivir en primera persona. Seguro que conocen casos, y lo peor es que al apiadarse de gente tan fácil de ser manipulada, nos olvidamos que no estamos inmunes y que el mismo mecanismo se puede aplicar a todos y cada uno de nosotros. Da igual que sea Juego de Tronos, Star Wars o una tertulia del corazón, o de política, y que nuestra identificación sea con aquellos personajes más contestatarios.

Porque por muchas que sean, las opciones serán limitadas; y para adaptarse al canal tenderán al estereotipo. El personaje público que nos gusta, es una proyección de nuestro yo, que sin darnos cuenta, cede su parte activa y poco a poco asume un papel pasivo. Como ese principio democrático en el que el pueblo cede su soberanía a los políticos, con el resultado social y económico que ahora estamos descubriendo.

No digo que todos los programas y canales sean malos, ni niego que existan buenos profesionales. Sino que el efecto prolongado y general del medio televisivo propicia la pasividad, y esa funcionalidad le encanta al poder establecido. Es bueno tener conciencia y priorizar la realidad propia por encima de la de los medios, porque esta última tiene una única dirección en la que los ciudadanos no pueden participar, al contrario que Internet, de ahí que al poder le disguste tanto este invento al que no puede controlar. Disfrútenla como gusten, pero no se dejen llevar a la pasividad y crean todo lo que les dicen. Sin tele también se puede vivir, aunque dudo que pocos lo hayan intentado, para ganar perspectiva y orientar el tiempo ganado hacia otros intereses.

Parafraseando a Jorge Luis Borges en otra de sus citas: La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido, me atrevería a decir que la Televisión es un sueño dirigido por una imaginación ajena, así que si lo desean disfrútenla, pero sin dejar de ser conscientes de todo lo que implica y que, a fin de cuentas, sólo ustedes son los que crean su realidad y los únicos dueños de sus vidas.

 

Autor: MartiusCoronado

Martius Coronado (Vva del Arzobispo, Jaén 1969). Licenciado en Periodismo, Escritor e Ilustrador. Colabora en Diario 16. Reflejo de la diáspora vital de vivir en Marruecos, USA, UK, México y diferentes ciudades españolas, ha ejercido de profesor de idiomas, jornalero, camarero, cooperante internacional, educador social y cómo no, de periodista en periódicos mexicanos como La Jornada, articulista de revistas como Picnic, Expansión, EGF and the City, Chorrada Mensual y El Silencio es Miedo, así como ilustrador o creador de cómics en diferentes publicaciones y en su propio blog: www.elpaisimaginario.com La escritura es una necesidad vital y sus influencias se mezclan entre la literatura clásica de Shakespeare o Dickens al existencialismo de Camus, la no ficción de Truman Capote, el misticismo de Borges y la magia de Carlos Castaneda, en cuyo homenaje creó: El Chamán y los Monstruos Perfectos, disponible en Amazon. Finalista del II premio de Literatura Queer en Luhu Editorial con la Novela: El Nacimiento del Amor y la Quemazón de su Espejo, un viaje a los juegos mentales y a las raíces de un desamor que desentierra las secuelas del Abuso Sexual.