Sin Paladín frente al Sistema

Paladín

La estratagema que mejor salvaguarda al corrupto del castigo por sus actividades, es la de conseguir implicar, en su estructura de beneficios mutuos, al mayor número de agentes sociales, tendiendo siempre a que la importancia y jerarquía de los captados cada vez sea mayor y más relevante. Si lo consigue, su seguridad y su impunidad no sólo estarán garantizadas, sino que cualquier ataque o intento de desprestigio, será repelido y desarmado por el propio sistema.

El cine negro y las historias sobre la mafia han popularizado el conocimiento de esa pragmática estructura delictiva, dónde para bien de la justificación social y de la necesidad del espectador por un final feliz, en la mayor parte de ellas el mal fracasa. Casi siempre porque a pesar de que muchos estén implicados, siempre hay algún incorruptible héroe que no se deja sobornar y que antepone la ley y sus principios morales, como metáfora de que la sociedad a pesar de sus errores, lucha por el bien común y que éste siempre acaba ganando.

Sin duda ese aprendizaje de los mecanismos estructurales que usa el crimen organizado es útil a la hora de analizar el mundo actual, sobre todo porque la pedagogía de los medios ha hecho comprensible para la ciudadanía el funcionamiento de ese comportamiento organizado y delictivo. Su objeto de negocio cuanto más elevado sea, no sólo implicará más beneficio, sino más gente implicada, y a tenor de la crisis y de los resultados globales que arroja el mundo con una creciente brecha entre ricos y pobres, corrupción indiscriminada, pérdida de derechos laborales y la implementación de políticas que sólo benefician a las élites financieras y multinacionales, no es aventurado ni paranoico afirmar que el sistema se ha extrapolado a los gobiernos y dirigentes económicos y políticos que rigen el rumbo de la globalización; como si una mafia legalizada se hubiera apoderado de nuestra civilización.

Quizá, como tantas otras veces a lo largo de la historia, simplemente la crudeza de la crisis ha hecho caer el velo y forzado a que la población contemple las verdaderas formas y maneras que se ocultaban tras las grandilocuentes eslóganes que hablaban de democracia, derechos y libertad. Quizá esa maquinaria retorcida y corrupta que prima los intereses de unos pocos sacrificando los de la mayoría, no se originara como creemos en las organizaciones delictivas, sino que éstas lo copiaran de esa misma sociedad en la que surgieron, simplemente adaptando la técnica y cambiando los términos de beneficiado y víctima. Tal vez, pero esa cuestión carece hoy de importancia, porque la urgencia debería centrarse en las medidas que deberíamos tomar para cambiar un mundo probadamente injusto.

Cuanto mayor y más diseminada esté la estructura corrupta en el tejido social, más difícil será luchar contra ella, pero si ésta es el Sistema mismo, como parece el caso, ¿hay posibilidad alguna de cambiarlo? Difícil se antoja, pero seamos optimistas y pensemos que todo es posible en la vida. Si en la ficción cinematográfica y literaria termina apareciendo un adalid, aunque ésta sea más una proyección ideal que pragmática, ¿no sería posible que una figura parecida terminara emergiendo en nuestro globalizado sistema para guiar y alumbrar la verdad, así como para inspirar soluciones y aglutinar voluntades?

No dudo de que muchos puedan tener el temple, la cabeza, la voluntad y hasta la oratoria necesaria para denunciar las injusticias y guiar a los pueblos engañados, pero la voz de una hormiga nunca alcanzará el eco necesario, y menos convencer a una mayoría suficiente. Porque las voces discrepantes jamás tendrán la cobertura de los medios para poder hacerse importantes, ya que su control se pliega al poder establecido y forma parte de su propia maquinaria. Sólo aquellos que ya tienen la categoría de famosos, divos o estrellas, podrían alzar la voz y desencadenar movimientos multitudinarios en respuesta. Pero las estrellas del deporte, la canción o el cine, que tienen millones de seguidores en todo el mundo y que con una palabra suya podrían hacer más que los millones de anónimos concienciados, están comprados por el propio engranaje de sus egos, sus sueldos multimillonarios y su escasa conciencia de que el Sistema no es tan justo y tan generoso a los esfuerzos de los demás, como lo es con los suyos. En cierto modo, y sin saberlo, ellos también son como esos esbirros de película, bien pagados, ufanos y soberbios de su brillo social. Más preocupados de no perder su jerarquía que de, en verdad, ayudar al prójimo.

La vida y el cine a veces se unen, pero la moralina de final feliz que campea como norma, responde más a lo que queremos ver y creer que al comportamiento global y real de nuestra civilización, misma que sabe utilizar nuestra imaginería para desviar la atención de sus injusticias. Aquellos que no tenemos más que voto sin voz, necesitamos un héroe que se erija en portavoz de los don nadie, uno de esos monstruos perfectos que se bañan en multitudes y que millones de seguidores adoran en cada rincón del planeta. Pero lo necesitamos desembarazado de su ego y sus privilegios, y con una conciencia moral idéntica a la que caracterizaba a los héroes que en el cine negro luchaban contra la mafia que impregnaba a las más altas esferas. Tal vez su aparición le suponga perder su condición, quizá deba pagar con olvido y descrédito su osadía, puede que incluso deba ofrecer su vida en misteriosas circunstancias. Posiblemente su ejemplo marque una esperanza y millones la sigan. Acaso no sirva de nada.

Lo más probable es que no llegue a aparecer alguien así, los dioses del Olimpo mediático se contentan con apadrinar niños y aparecer en campañas de Ong´s, y quizá si dieran el paso que sueño, su influencia y repercusión no podrían hacer nada por cambiar el Sistema social injusto en el que nos hemos transformado. Tal vez simplemente me dejo ensimismar por la ilusión de que el ideal literario del paladín, algún día tome forma como en mi novela: “El Chamán y los Monstruos Perfectos”, quizá sólo quizá, no haya forma de cambiar el Sistema. Si esa es la verdad, tal vez debamos aceptar que ya nos han ganado. Pero yo prefiero seguir soñando.

Autor: MartiusCoronado

Martius Coronado (Vva del Arzobispo, Jaén 1969). Licenciado en Periodismo, Escritor e Ilustrador. Colabora en Diario 16. Reflejo de la diáspora vital de vivir en Marruecos, USA, UK, México y diferentes ciudades españolas, ha ejercido de profesor de idiomas, jornalero, camarero, cooperante internacional, educador social y cómo no, de periodista en periódicos mexicanos como La Jornada, articulista de revistas como Picnic, Expansión, EGF and the City, Chorrada Mensual y El Silencio es Miedo, así como ilustrador o creador de cómics en diferentes publicaciones y en su propio blog: www.elpaisimaginario.com La escritura es una necesidad vital y sus influencias se mezclan entre la literatura clásica de Shakespeare o Dickens al existencialismo de Camus, la no ficción de Truman Capote, el misticismo de Borges y la magia de Carlos Castaneda, en cuyo homenaje creó: El Chamán y los Monstruos Perfectos, disponible en Amazon. Finalista del II premio de Literatura Queer en Luhu Editorial con la Novela: El Nacimiento del Amor y la Quemazón de su Espejo, un viaje a los juegos mentales y a las raíces de un desamor que desentierra las secuelas del Abuso Sexual.