Periodismo: Bajo el Control de las Corporaciones

Periodismo Corporativo

Un ideal es esa deliciosa entelequia, tan inalcanzable como necesaria, que guía nuestras intenciones en tiempos de dudas. Su regla sirve para mesurar nuestra moral, ética y acciones, para que apoyados en su idea construyamos los puentes que dirijan nuestra intención, sabiendo que alguna vez podremos tocarla, pero nunca instalarnos en ella.

La objetividad y la imparcialidad siempre han sido los dos pilares arquetípicos sobre los que se edificó el quehacer periodístico, su realidad no se exige, pero se supone su intención. La ética y la deontología profesional del periodista rara vez se ponen en duda, porque hacerlo sería tildarlo de subjetivo y parcial, y sin embargo los medios en los que ésta o éste desarrollen su actividad sí pueden serlo, y de hecho lo son, arropados por los eufemismos de su línea editorial, su ideología y sus intereses comerciales y publicitarios. En el fondo, justifican otros, están en su derecho, porque a excepción de aquellos de carácter público, el resto de medios de comunicación no son más que empresas privadas, y como tales deben buscar su rentabilidad y beneficio.

El cuarto poder siempre se ha movido por querencias. Su labor de contrapeso frente al poder político, económico y social, como vigilante y garante de la legalidad y denunciador de irregularidades le ha otorgado a veces el aura de héroe honesto, desinteresado y popular, como si de un Robin Hood moderno se tratara. Su faceta idealista y ética la popularizó Hollywood con películas como Deadline-USA con Bogart de protagonista allá por los años cincuenta, o con Todos los Hombres del Presidente, y la caída de Nixon en los setenta. Pero también el cine nos había adelantado su otra cara, marcada por el puro interés económico, la prepotencia y la manipulación con Ciudadano Kane, personaje basado en William Randolph Hearts, aquel magnate de la prensa amarillista que por intereses económicos y políticos propició la guerra hispano-americana a finales del siglo XIX, acusando a España del hundimiento del acorazado Maine y propiciando con su manipulación mediática, el cambio de un imperialismo español caduco a uno nuevo y estadounidense, que no sólo se apropió de Cuba, sino del importantísimo Canal de Panamá, y cuya tradición intervencionista ha sembrado tantos ejemplos sangrientos en la historia latinoamericana de los últimos cien años, y luego por extensión en el resto del mundo.

En sus comienzos un hombre solo, cargado de ideales y de esfuerzo, podía montar un periódico o una radio, aglutinando los esfuerzos y la colaboración de otros, pero en el último siglo, los procesos empresariales y económicos han forzado a que los diferentes medios de comunicación, para poder competir y evitar la desaparición, se hayan tenido que integrar en corporaciones. Muchas con magnates como Rupert Murdoch o Silvio Berlusconi a la cabeza, y en muchos otros casos con múltiples propietarios e intereses cuyas participaciones e identidades se ocultan en la compleja red financiera global, enlazando así, intereses comerciales, publicitarios, políticos, financieros e ideológicos.

La cara idealista ha prestado su imagen y su protagonismo ético como mera fachada para que el pragmatismo y el poder, queden en segundo plano y dirijan en la sombra las grandes herramientas que mueven los hilos de la opinión pública. Porque montar un periódico, una radio, y no digamos una cadena televisiva, es una empresa cara y al alcance de muy pocos; y aquellos que eran los objetos pasivos de la vigilancia, paradójicamente, son ahora los que deciden la dirección del foco mediático. Una vez más el capitalismo retuerce la realidad y la modela a su antojo, imagen y conveniencia. No por nada todos los medios españoles importantes pertenecen a corporaciones como Vocento, Prisa o Planeta, reuniendo a radios, revistas, canales televisivos y periódicos. Pero la prueba más esclarecedora de lo que eso significa la vivimos hace unos meses, cuando todos los periódicos aparecieron con una misma portada, pagada por la publicidad del banco más importante del país. La independencia y la veracidad son importantes, siempre y cuando no entren en conflicto con aquel que sostiene mis ingresos.

Los grandes anunciantes saben que serán tratados con mimo, porque lo contrario puede significar la retirada de la publicidad, lo que para un medio puede significar la ruina. La destitución de Pedro J. Ramírez, fundador y antiguo director del periódico El Mundo, también muestra cómo el Estado ejerce la misma presión, retirando la publicidad institucional y forzando a que un antiguo aliado que mantuvo la conspiración del 11-M y la tesis del PP durante años de que era ETA, en contra de las pruebas y de las sentencias judiciales, terminó siendo señalado y cabeza de turco por publicar y dar eco al escándalo Bárcenas y la contabilidad B del partido en el gobierno.

El diario El Mundo escenifica como pocos esa labor soterrada y muestra cómo los poderes financieros y políticos se unen para hacer del cuarto poder, un instrumento útil a sus intereses y maquinaciones. Su aparición en 1989 y la figura de su fundador, el susodicho Pedro J., que venía de Diario 16, un periódico de ideología progresista, fue durante años la plataforma perfecta para desprestigiar y desgastar al PSOE, e ir preparando el desembarco en el gobierno del PP. Sus lectores creyeron durante años que estaban comprando un periódico de centro izquierda, cuando su accionariado y gran parte de sus propietarios, procedían de la derecha más tradicional, hecho que el tiempo ha probado.

Otra figura muestra los derroteros y el devenir de la televisión en España y en el mundo, y que tanto ha calado en la actitud de los medios hacia el poder establecido y es esa general tendencia a no traspasar la delgada línea de lo políticamente correcto. Jesús Hermida trajo en los ochenta fórmulas televisivas americanas con formatos para las mañanas, las sobremesas y las tertulias de debate que aún se mantienen. Su forma de hacer creó escuela y de sus programas salieron muchos presentadores y presentadoras que aún siguen en activo y que los nuevos tanto imitan. Su secreto, no tocar temas peliagudos, sino ser complaciente con los famosos y aprovechar la fama del entrevistado, que sabe que no será cuestionado con dureza, para en un juego de reflejos, aumentar la fama propia por el calibre de los invitados y participantes en el programa. Algo que curiosamente quedó al descubierto y creó indignación con su famosa entrevista al depuesto Rey Juan Carlos, por no poner sobre la mesa temas candentes, lo que podía suponerse por su trayectoria y que aquellos que hoy día lo imitan, criticaron.

El periodismo heroico y comprometido con la labor de denuncia, es cada día más escaso, engullido por los intereses de las corporaciones a las que pertenecen, a menos claro que den audiencia y ratings, en programas maniqueos de tertulias políticas.

Corren malos tiempos para la libertad de prensa. Lo políticamente incorrecto y la disidencia a expresar lo que los poderes fácticos no desean, ha quedado relegado a internet, porque no hace falta mucho dinero para montar una Web. Pero al menos, hasta que no ideen nuevas formas de controlarlo, en los huecos de la red, aún pervive el ideal del vigilante y su deseo claro de contrarrestar los intereses creados con la verdad incómoda. El inconveniente es que su alcance nunca se podrá equiparar al de un canal televisivo, al menos, por ahora.

Autor: MartiusCoronado

Martius Coronado (Vva del Arzobispo, Jaén 1969). Licenciado en Periodismo, Escritor e Ilustrador. Colabora en Diario 16. Reflejo de la diáspora vital de vivir en Marruecos, USA, UK, México y diferentes ciudades españolas, ha ejercido de profesor de idiomas, jornalero, camarero, cooperante internacional, educador social y cómo no, de periodista en periódicos mexicanos como La Jornada, articulista de revistas como Picnic, Expansión, EGF and the City, Chorrada Mensual y El Silencio es Miedo, así como ilustrador o creador de cómics en diferentes publicaciones y en su propio blog: www.elpaisimaginario.com La escritura es una necesidad vital y sus influencias se mezclan entre la literatura clásica de Shakespeare o Dickens al existencialismo de Camus, la no ficción de Truman Capote, el misticismo de Borges y la magia de Carlos Castaneda, en cuyo homenaje creó: El Chamán y los Monstruos Perfectos, disponible en Amazon. Finalista del II premio de Literatura Queer en Luhu Editorial con la Novela: El Nacimiento del Amor y la Quemazón de su Espejo, un viaje a los juegos mentales y a las raíces de un desamor que desentierra las secuelas del Abuso Sexual.