La Imaginada Distopía que Fue y Será

Distopía

Cuentan que un día, hace mucho, mucho tiempo, un sabio vislumbró que la vida no es más que un círculo eterno. Una reiteración infinita de elementos, que terminan por encontrarse. Donde el fin se entrelaza disfrazado, de principio, y donde el tiempo justifica su naturaleza, al develar su querencia innata por el remedo.

Dice la verdad hermética que: el espíritu de aquello que fue, será. Y disuelto entre las grandes preguntas sin respuesta que habían fascinado a la humanidad, la encrucijada que iluminó aquel hallazgo se repitió de nuevo, y con ella, aunque la cara, el cuerpo, la lengua y cultura hubieran mudado de aspecto, el espíritu de aquel sabio y la misma pesadumbre que generaba su inefable certeza. Porque vislumbrar que la vida es un círculo, implica aceptar su inevitable curso.

El desdichado hallador, era esta vez un nimio y vulgar trabajador, de esos que han poblado y erigirán las civilizaciones. Sin mayor orgullo que su anónimo sudor y sin mejor pretensión que sobrevivir a la rutina, a base de sueños.

Nunca había sido el prototipo de ciudadano que se identifica con los valores de su sociedad. Más bien la divergencia entre lo aprendido y lo real, frente a la imposibilidad de sus sueños, le hacía percibir la realidad como una cárcel. Y su única salida, tras muchos intentos y trabajos alienantes, fue satisfecha por la lectura y la elucubración. Así la encontró, mas así fue encontrada por muchos otros en el flujo infinito del tiempo, sin que su encuentro fuera sinónimo de éxito. Porque la capacidad mágica de la conciencia no radica en su hallazgo, sino en su poso. Y en él, tuvo la desgracia o la suerte de encallarse, y su permanencia obsesiva, quizá unida a la carambola de los hechos, hizo el repetido resto.

La idea, lo transformó, y no sólo con juegos mentales e insomnio, sino sobre todo con percepciones, que los primeros días, le hicieron plantearse seriamente su cordura. Como si hubiera abierto la puerta a un conocimiento perdido, o tal vez a un poder ancestral, que para él y en su confusión, no debía diferir mucho de una posesión diabólica.

Por semanas, no supo sentirse más que culpable y raro. Más ajeno que nunca, del resto, de toda esa masa que lo contradecía con sus hechos, sus costumbres y sus creencias. Se decían libres y orgullosos de su democracia, su libertad de prensa, de su lucha enconada contra el terrorismo y de defender los derechos universales del hombre, desde su profundo y religioso sentimiento de amar al prójimo. Pero lo único que hacían era sustentar, con su inopia de televisión, prejuicios y egoísmos, un sistema que estaba esquilmando los recursos naturales del planeta, que forzaba a media población mundial a sobrevivir con sueldos míseros, a morir de hambre o a sufrir guerras por intereses económicos. Mientras ellos sólo se contentaban en consumir, como si en la compra radicara la felicidad, aunque cada día sus derechos laborales o sociales sufrieran nuevos recortes, en pos del insaciable poder financiero, que había puesto copyright, precio y a su servicio, tanto a hombres como a todos y cada uno de los progresos de la humanidad.

Él había sido uno más de ellos, un infeliz más pendiente de sus frustraciones y ambiciones personales que de comprender el cruel, suicida y verdadero alcance del mundo distópico y falsamente libre en el que vivía. En realidad un don nadie como él poco podía hacer para cambiar la dinámica. Lo supo antes de que lo poseyera la idea. Pero siempre, durante aquellos años de infelicidad y rutina, soñó que un suceso heroico cambiaría el curso de aquella sociedad miope y depravada, y se consolaba pensando que sus ojos, con suerte, podrían atestiguar ese día. Nunca se imaginó que sería el único que vislumbraría su llegado, y no sólo eso.

La última semana, las conversaciones durante el trayecto al trabajo se habían intensificado sobre el mismo tema, como un chirrido premonitor. Era la primera vez que los móviles permanecían en un segundo plano, la mayoría apagados. La gente en los vagones del metro se había vuelto dicharachera, como si necesitaran hablar y desahogar con alguien de carne y hueso, su opinión sobre el rumor: ¡Mañana es el gran día!, se decían, buscando entablar conversación. Bastaba la familiaridad de haberse visto en el trayecto y que sonara la cara, para lanzarse a desahogar los miedos e inseguridades. Convirtiendo el ritual cotidiano, en una explosión inesperada de comunicación.

No era sólo que desconfiaran. Se podía afirmar que la paranoia había hecho presa y creencia de esa opinión pública mayoritaria, que ya temía a todas y a cada una de las fuentes, y nuestro protagonista tenía mucho que ver en ello. Nadie creía ya en las versiones oficiales, ni querían aventurarse en las culpas y en las posibles consecuencias sobre las que centenares de webs y redes sociales elucubraban. Y es que las predicciones del extraño hacker, se iban cumpliendo, y lo que en principio resultó brillante y rompedor, ahora daba miedo.

Hace poco buscaban alivio y explicación. Ahora les horrorizaba hallar hipótesis que corroboraran los presagios extendidos, de un próximo y planetario desastre. Casi parecía que por un día necesitaran trato humano, eso sí, para quejarse, clamar auxilio y soluciones inmediatas a los políticos, sin ser capaces de encontrar en ellos la más mínima culpa. Claro que mañana sería diferente, el hacker desconocido iba a lanzar su próximo comunicado, y a pesar del temor, todos estaban deseando saberlo.

La población, un año antes, estaba preocupada por elegir al probado y corrupto gobierno conservador que había auspiciado la última gran guerra del medio oriente y que tras tanta destrucción y muerte, prometía reconstrucción y trabajo. Ahora la cadenciosa retahíla de desgracias planetarias los tenía desconcertados y acongojados. Hacía una semana, la naturaleza había barrido con una inesperada subida del nivel del mar, la misma capital inglesa, Londres, tal y como el hacker había predicho. Las cuatro catástrofes precedentes en forma de terremoto, volcanes, inundaciones y un meteorito, las había insinuado, con datos que las fuentes oficiales siempre desacreditaban por ambiguos y anticapitalistas. Quizá porque además de las supuestas profecías, relataba supuestos crímenes contra la humanidad orquestados por las potencias, como la propagación del SIDA, o la preparación de atentados y la creación interesada y financiamiento de las últimas guerras ocurridas en el mundo

Nuestro joven sabio, no necesitaba dejarse llevar por rumores. Sus pesadillas inconexas e inescrutables, ya no lo eran tanto. Al principio no entendía aquellas visiones de gentes y catástrofes que no podía reconocer por sus lecciones de historia, hasta que aprendió que no hacía falta. El atrezzo y los personajes cambiaban, pero el mensaje de aquella ciudad amurallada y tragada por las aguas, que soñó una semana antes, se completaba con voces que parecían desentrañar y confirmarle su intuición, haciendo surgir en su cabeza un significado profético y vigente. Ese que tras la vigilia del sueño, le hizo saber que Londres, en poco menos de una semana, iba a sufrir dicha suerte. Ese que a través del hacker, como había hecho antes, compartía con el público.

La avalancha de realidad intangible, no se detenía en las noches. Su resaca comenzó a reproducirse en el más mínimo acto cotidiano, adquiriendo manifestaciones diversas y torciendo el placer del conocimiento, con el pavoroso sabor de aquel que ha perdido el control de su vida, y aún así halla en el hecho un poso masoquista y complaciente. La dimensión inextricable del don lo conectaba con la crudeza de los hechos, como si lo poseyeran las aristas pormenorizadas de cada punto de vista. Su alegría o desasosiego resultaban accesorios, y pronto comprendió que la culpabilidad primera o el desprecio posterior y conmiseración hacia sus semejantes, eran etapas que lo condujeron a aceptar su papel con una aceptación fervorosa y creyente.

Hoy, gracias a que su febril iluminación le susurra el inminente desenlace, no puede evitar sentir una profunda pena. Aunque la mixtura agridulce del discernimiento también le deja la abisal tristeza de aquel que por primera vez comprende el alcance de la creación, y a pesar de su belleza, le asusta su peso. Porque él ya ha aceptado su destino, pero millones de personas lo sabrán mañana. Había barajado la opción de callarlo, pero el poder lo empuja. La civilización tal y como la conoció dejará de existir, inocentes y culpables pagarán el precio de actuar en contra de la naturaleza, pero de la debacle y gracias a su aviso, unos pocos se salvarán y gracias a ellos surgirá una nueva humanidad, tal y como supo aquel primer y ya lejano sabio.

Lo único que lo asemejaba ya con el resto de las personas, eran la ropa y sus escasas pertenencias, esas que ya no le importan y a las que va a abandonar, para subirse a un avión. Sabe que no hay salida, pero al menos quiere elegir el lugar de su muerte. Anoche lo soñó de nuevo. Falta poco. Sí, muy poco.

Antes de enviarle todos los detalles al hacker, una frase le viene a la cabeza, no puede asegurar si es producto de sus recuerdos y lecturas o del poder:

“There´s nothing knew upon the earth and all novelty it´s but oblivion”.

Comprende que la razón carece de importancia, al menos, como imaginaba, va a ser testigo del cambio. La destrucción llegará, pero todo comenzará de nuevo, y aunque él no pueda ser parte, saberlo le hace sentirse extrañamente feliz y en paz. Sí, una civilización egocéntrica y malvada va a perecer, pero otra cargada de esperanza renacerá. Todo, como el círculo de la vida y el tiempo, comienza de nuevo.

Autor: MartiusCoronado

Martius Coronado (Vva del Arzobispo, Jaén 1969). Licenciado en Periodismo, Escritor e Ilustrador. Colabora en Diario 16. Reflejo de la diáspora vital de vivir en Marruecos, USA, UK, México y diferentes ciudades españolas, ha ejercido de profesor de idiomas, jornalero, camarero, cooperante internacional, educador social y cómo no, de periodista en periódicos mexicanos como La Jornada, articulista de revistas como Picnic, Expansión, EGF and the City, Chorrada Mensual y El Silencio es Miedo, así como ilustrador o creador de cómics en diferentes publicaciones y en su propio blog: www.elpaisimaginario.com La escritura es una necesidad vital y sus influencias se mezclan entre la literatura clásica de Shakespeare o Dickens al existencialismo de Camus, la no ficción de Truman Capote, el misticismo de Borges y la magia de Carlos Castaneda, en cuyo homenaje creó: El Chamán y los Monstruos Perfectos, disponible en Amazon. Finalista del II premio de Literatura Queer en Luhu Editorial con la Novela: El Nacimiento del Amor y la Quemazón de su Espejo, un viaje a los juegos mentales y a las raíces de un desamor que desentierra las secuelas del Abuso Sexual.